¿Qué es la drunkorexia?
Aunque el término aún no forma parte de los manuales diagnósticos oficiales, «drunkorexia» describe un patrón de comportamiento en el que una persona restringe su ingesta alimentaria para «compensar» las calorías que consumirá a través del alcohol. Esta práctica, común en ciertos entornos sociales, especialmente entre jóvenes universitarios, combina elementos de los trastornos de la conducta alimentaria y el abuso de alcohol.
Más allá del nombre informal, se trata de una conducta de riesgo que puede tener serias consecuencias para la salud física y mental.
¿Cómo se manifiesta?
Quien padece drunkorexia puede saltarse comidas durante el día, aumentar la actividad física en exceso o incluso inducirse el vómito antes o después de beber, todo con el objetivo de evitar un supuesto «exceso calórico». También se observa la tendencia a consumir alcohol con el estómago vacío para acelerar sus efectos.
Caso práctico: Ana, 22 años
Ana es estudiante universitaria. Durante la semana sigue una dieta muy estricta y cuenta obsesivamente las calorías de todo lo que consume. Cuando sale de fiesta los fines de semana, se salta la cena para «compensar» las calorías del alcohol. Sus amigas la han visto desmayarse en varias ocasiones. Ana no lo ve como un problema; cree que simplemente está siendo disciplinada.
Factores que pueden influir
La drunkorexia no surge de la nada. Existen múltiples factores que pueden influir en su aparición:
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Presión social y estética: Las redes sociales, los ideales de cuerpo «fit» y delgadez, y la cultura del “cuerpo perfecto” juegan un papel clave.
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Cultura del alcohol en jóvenes: Especialmente en contextos universitarios, donde el consumo excesivo de alcohol está normalizado.
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Necesidad de control: En personas con trastornos alimentarios subyacentes, la drunkorexia puede ser una extensión de su necesidad de control sobre el cuerpo.
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Minimización del riesgo: Al no ser una categoría clínica reconocida, muchas personas subestiman su gravedad.
Riesgos físicos y psicológicos
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Desnutrición: Al evitar alimentos para “ahorrar” calorías, el cuerpo no recibe los nutrientes que necesita.
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Daños en órganos vitales: El alcohol en ayunas se absorbe más rápido y puede causar daños en el hígado, el corazón y el sistema digestivo.
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Trastornos de ansiedad o depresión: La relación disfuncional con el cuerpo y el consumo de sustancias puede agravar el malestar emocional.
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Riesgo de dependencia: Este patrón puede derivar en trastornos por consumo de alcohol.
Caso práctico: Carlos, 28 años
Carlos trabaja en marketing digital. Durante la semana cuida su imagen física con una dieta hipocalórica y entrenamiento diario. Sin embargo, cada fin de semana bebe en exceso, sin haber comido antes. Justifica esta conducta diciendo que “así no engorda”. En su último chequeo médico, le detectaron alteraciones hepáticas y carencia de vitaminas. Aun así, no considera necesario cambiar su rutina.
¿Cómo abordarlo?
El tratamiento de la drunkorexia requiere un enfoque multidisciplinar que incluya:
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Evaluación clínica completa, tanto nutricional como psicológica.
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Psicoterapia, especialmente con orientación cognitivo-conductual, para trabajar la imagen corporal, la autoestima y los patrones de pensamiento disfuncionales.
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Educación nutricional para desmontar mitos sobre las calorías, el peso y el alcohol.
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Intervención en el entorno, incluyendo la sensibilización en grupos sociales, universitarios y laborales.
Conclusión: más allá de la fiesta y el físico
La drunkorexia no es una simple excentricidad ni una moda peligrosa: es una señal de alarma. Detrás de la necesidad de controlar calorías y potenciar los efectos del alcohol, suele haber una relación dañina con el cuerpo y con uno mismo. Reconocer este patrón y tratarlo a tiempo puede evitar consecuencias graves y abrir la puerta a una relación más saludable con la alimentación, el cuerpo y la vida social.