Feminicidio

El Feminicidio desde la Perspectiva Psicosocial

El feminicidio representa la manifestación más extrema de la violencia de género, un fenómeno que trasciende el acto del asesinato para convertirse en un problema estructural arraigado en desigualdades históricas y construcciones socioculturales. Desde la psicología, comprender las dinámicas que conducen a esta violencia letal resulta fundamental para desarrollar estrategias efectivas de prevención e intervención.

Comprendiendo el Feminicidio: Más Allá de una Definición

El término feminicidio fue acuñado por la antropóloga mexicana Marcela Lagarde para referirse al asesinato de mujeres por razones de género, situándolo en un contexto cultural e institucional de discriminación. A diferencia del homicidio genérico, el feminicidio incorpora la dimensión de poder y dominación patriarcal que motiva estos crímenes.​

La distinción entre femicidio y feminicidio es significativa: mientras el femicidio designa el asesinato de una mujer por su condición de género, el feminicidio incorpora la responsabilidad del Estado en la perpetuación de condiciones de vulnerabilidad e impunidad. Esta diferenciación terminológica refleja la necesidad de reconocer que estos crímenes no son actos aislados, sino manifestaciones de un sistema que sistemáticamente devalúa la vida de las mujeres.

Las Raíces Psicológicas y Sociales de la Violencia de Género

Masculinidad Tóxica: Un Patrón Cultural Nocivo

La masculinidad tóxica constituye uno de los pilares psicosociales que sustentan la violencia de género. Este concepto, definido por Terry Kupers como «la constelación de rasgos masculinos socialmente regresivos que sirven para fomentar la dominación, la devaluación de las mujeres, la homofobia y la violencia», se caracteriza por tres elementos fundamentales:​

Dureza emocional: Los hombres deben ser físicamente fuertes, emocionalmente insensibles y comportarse de manera agresiva.​

Anti-feminidad: El rechazo sistemático de todo lo considerado femenino, incluyendo la expresión emocional o la solicitud de ayuda.​

Búsqueda de poder: La necesidad compulsiva de obtener estatus social y financiero como validación de la masculinidad.​

Estos patrones conductuales no solo dañan la salud mental masculina, aumentando el riesgo de depresión y suicidio, sino que también generan comportamientos violentos hacia las mujeres cuando estas desafían los roles tradicionales. La masculinidad tóxica lleva a percibir la autonomía femenina como una amenaza directa a la identidad masculina, desencadenando respuestas violentas de «recuperación de control».​

El Ciclo de la Violencia: Un Patrón Reconocible

La psicóloga Leonore Walker identificó un patrón cíclico en las relaciones violentas que ayuda a comprender por qué muchas mujeres permanecen en situaciones de riesgo. Este ciclo consta de tres fases:​

Fase de Acumulación de Tensión: El agresor se vuelve progresivamente más hostil, aumenta la violencia verbal y el control. La víctima intenta racionalizar el comportamiento, culpabilizándose y justificando la conducta violenta.​

Fase de Explosión o Agresión: La tensión acumulada estalla en agresiones físicas, psicológicas o sexuales. La víctima experimenta impotencia y se siente superada por la situación.​

Fase de Luna de Miel o Arrepentimiento: El agresor muestra arrepentimiento, hace promesas de cambio y manifiesta comportamientos afectuosos. Esta fase refuerza la esperanza de cambio en la víctima y perpetúa el ciclo.​

A medida que el ciclo se repite, la fase de luna de miel se acorta y la violencia se intensifica, aumentando el riesgo de feminicidio.​

Impacto Psicológico: Las Secuelas Invisibles

Consecuencias Neuropsicológicas

Las investigaciones revelan que aproximadamente el 25% de las mujeres supervivientes de violencia de género experimentan alteraciones neuropsicológicas leves, y un 5% sufre alteraciones severas, especialmente en atención, memoria y funciones ejecutivas. Estudios con neuroimagen han demostrado que el maltrato causa:​

Reducción del volumen cerebral: Los cerebros de mujeres maltratadas presentan menor volumen y sus pliegues cerebrales son menos profundos.​

Daños en la materia blanca: Las fibras nerviosas que facilitan la comunicación entre neuronas resultan perjudicadas, afectando el procesamiento de información.​

Alteraciones en regiones específicas: La amígdala, corteza prefrontal, hipocampo e hipotálamo muestran lesiones que impactan en la toma de decisiones, planificación y regulación emocional.​

Estos cambios neurobiológicos explican por qué las víctimas pueden experimentar dificultades para abandonar relaciones violentas, planificar estrategias de escape o reconocer el peligro real que enfrentan.​

Trastornos Psicopatológicos

Las consecuencias psicológicas de la violencia de género son profundas y duraderas:

Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT): Las víctimas reexperimentan el trauma mediante flashbacks, pensamientorecurrentes e imágenes vívidas. Pueden mostrar anestesia emocional, desrealización o despersonalización.​

Depresión y Ansiedad: La exposición prolongada a la violencia genera estados ansiosos constantes y síntomas depresivos que afectan gravemente la calidad de vida.​

Baja Autoestima: Las víctimas tienden a minusvalorar sus necesidades, opiniones y capacidades, adoptando comportamientos sumisos como estrategia adaptativa para evitar el castigo.​

Hipervigilancia: Un estado de alerta constante que se desencadena incluso sin estímulos amenazantes presentes.​

Factores de Riesgo y Perfiles de Agresores

Identificar los factores de riesgo resulta crucial para la prevención. La psicóloga forense Anna Costanza Baldry señala características comunes en agresores:

Incapacidad para tolerar el rechazo o la pérdida, lo que desencadena conductas violentas.​

Rigidez de género: Creencias arraigadas sobre la superioridad masculina y la necesidad de controlar a la pareja.​

Baja autoestima e inseguridad: La autonomía de la mujer se percibe como amenaza a la propia identidad.​

Dificultades en la gestión emocional: Incapacidad para regular emociones y expresarlas de manera saludable.​

Los factores de riesgo que incrementan la probabilidad de feminicidio incluyen episodios previos de violencia (presente en el 31% de casos en España), aislamiento social de la víctima, abuso de sustancias, posesión de armas en el hogar y acontecimientos desencadenantes como separaciones o solicitudes de autonomía.

Teoría del Apego y Relaciones Violentas

La teoría del apego proporciona un marco explicativo valioso para comprender la dinámica de las relaciones violentas. Los patrones de vinculación establecidos en la infancia influyen en cómo las personas se relacionan en la edad adulta.​

Las mujeres con apego ansioso o preocupado presentan mayor riesgo de permanecer en relaciones violentas debido a la dependencia emocional que impide alejarse del agresor pese al sufrimiento. Esta dependencia se caracteriza por priorizar absolutamente a la pareja mediante relaciones basadas en subordinación y sumisión.​

El Síndrome de Adaptación Paradójica a la Violencia Doméstica explica cómo las víctimas establecen vínculos afectivos con sus agresores, llegando a justificar el maltrato. Este fenómeno dificulta extraordinariamente el abandono de la relación violenta.

El Impacto en Menores: Víctimas Olvidadas

Los hijos e hijas expuestos a la violencia de género sufren consecuencias devastadoras. En España, entre 2003 y 2024, 263 menores quedaron huérfanos por feminicidio, con 40 casos adicionales en 2024. Los menores que presencian el asesinato o encuentran el cuerpo de la madre experimentan:​

Trastorno de Estrés Postraumático: Con manifestaciones específicas según la edad, incluyendo pesadillas, flashbacks, juego repetitivo con elementos del suceso violento y dibujos relacionados con el trauma.​

Sentimientos de culpa y confusión: Especialmente devastador cuando el agresor es el padre, generando un dilema entre el miedo y los sentimientos de afecto.​

Múltiples pérdidas: Pérdida de la madre, cambio de hogar, escuela, amigos y entorno familiar.​

Impacto emocional doble: La pérdida de la figura materna protectora y el trauma de que sea la figura paterna quien quitó esa vida.​

El apoyo psicológico inmediato y sostenido resulta fundamental para evitar que las secuelas se cronifiquen. La familia extensa y el entorno escolar deben proporcionar una red de apoyo que ofrezca seguridad y facilite la expresión emocional.​

Datos Actuales: La Magnitud del Problema

Las cifras de feminicidio en España reflejan la gravedad del fenómeno. Según el Boletín Estadístico del Ministerio de Igualdad, entre enero de 2003 y septiembre de 2025 se contabilizaron 1.323 feminicidios en la pareja o expareja.​

En 2024 se registraron 48 víctimas mortales, la cifra más baja desde que existen datos oficiales, representando un 17,2% menos que en 2023. Sin embargo, esta reducción no debe eclipsar la gravedad del problema: una mujer fue asesinada cada 7,6 días durante 2024.​

Datos destacables incluyen:

El 31,3% de las víctimas de 2024 habían presentado denuncias previas, porcentaje superior al 26% de la serie histórica.​

El mayor número de asesinatos ocurrió en localidades pequeñas (10.000-25.000 habitantes), que suelen disponer de menos servicios especializados.​

La violencia vicaria alcanzó cifras trágicas: 9 menores fueron asesinados en 2024, la cifra más alta junto con 2015.​

A nivel europeo, aproximadamente 1 de cada 5 mujeres en la UE-27 (17,7%) ha sufrido violencia física o amenazas y/o violencia sexual por parte de su pareja a lo largo de su vida.​

Prevención: Una Responsabilidad Colectiva

Educación en Igualdad

La prevención del feminicidio requiere un cambio estructural que comience desde la educación temprana. Las instituciones educativas deben:​

Promover la igualdad desde la infancia: Romper con estereotipos de género en el currículo académico y las prácticas docentes.​

Fomentar la educación emocional: Desarrollar habilidades socioemocionales que permitan reconocer, expresar y regular emociones sin recurrir a la violencia.​

Formar al profesorado en perspectiva de género: Proporcionar herramientas conceptuales y prácticas para identificar e intervenir ante situaciones de violencia.​

Señales de Alerta

Reconocer las señales tempranas de una relación violenta resulta crucial:

Control y aislamiento: La pareja controla dónde vas, con quién estás, maneja tus claves de redes sociales o te aísla de familiares y amistades.​

Descalificación y humillación: Insultos, desvalorización de opiniones, intimidación o chantajes emocionales.​

Violación de intimidad: Fisgonear en el teléfono, rastrear ubicación o exigir explicaciones constantes.​

Promesas incumplidas de cambio: Ciclos repetitivos de violencia seguidos de arrepentimiento sin cambios reales.​

Intervención Psicológica

La atención psicológica especializada resulta fundamental para la recuperación. Los programas de intervención efectivos persiguen tres metas básicas:​

Aumentar la seguridad de la mujer: Garantizar un entorno libre de violencia como prioridad absoluta.

Ayudar a recuperar el control de su vida: Fomentar la autonomía, autoestima y capacidad de toma de decisiones.​

Remediar el impacto psicológico del abuso: Tratar síntomas de TEPT, depresión, ansiedad y secuelas neuropsicológicas mediante técnicas cognitivo-conductuales.​

Los resultados muestran que las mujeres que participan en programas grupales experimentan reducción significativa en sintomatología de estrés postraumático, depresión y ansiedad, aumentando su autoestima y confianza

Recursos de Ayuda en España

España cuenta con una red integral de recursos para víctimas de violencia de género:

Teléfono 016: Servicio gratuito de información y asesoramiento 24 horas, que no deja rastro en la factura telefónica.​

016 online: Atención por correo electrónico (016-online@igualdad.gob.es).​

WhatsApp 600 000 016: Comunicación confidencial por mensajería.​

Centros de atención integral: Red de puntos municipales con psicólogos, trabajadores sociales y asesores jurídicos.​

Ayudas económicas: Prestaciones de pago único y ayudas para favorecer la autonomía de víctimas procedentes de centros residenciales.

El Rol de la Sociedad

El feminicidio no es un problema individual sino una manifestación de estructuras sociales injustas que requieren cambios profundos. La OMS y ONU-Mujeres enfatizan que la prevención efectiva exige intervenciones multisectoriales que incluyan:​

Empoderamiento económico y social de las mujeres.

Transformación de actitudes, creencias y normas de género.

Movilización comunitaria para cambiar normas que fomentan desigualdad.

Creación de entornos seguros en escuelas, lugares de trabajo y espacios públicos.

Programas educativos que cuestionen estereotipos de género y promuevan relaciones basadas en igualdad y consentimiento.​

Todos somos agentes de cambio. La prevención del feminicidio es una responsabilidad colectiva que exige que la sociedad se posicione activamente frente a la violencia, desafíe las normas patriarcales y construya una cultura de respeto y equidad de género.

Conclusión

El feminicidio representa la culminación letal de un continuum de violencia arraigado en desigualdades estructurales. Desde la psicología, comprender las dinámicas neurobiológicas, emocionales y relacionales que perpetúan esta violencia resulta esencial para desarrollar estrategias efectivas de prevención e intervención.

La recuperación de las supervivientes requiere atención especializada que aborde tanto las secuelas psicológicas como los cambios neurobiológicos producidos por el trauma. Igualmente crítico es el apoyo a menores huérfanos, quienes enfrentan un impacto emocional devastador.

La erradicación del feminicidio exige un compromiso social colectivo que trascienda la intervención individual para abordar las raíces culturales de la violencia de género. Solo mediante la educación en igualdad, la transformación de normas sociales y el empoderamiento de las mujeres podremos construir una sociedad libre de violencia machista.

Si sufres violencia de género o conoces a alguien en esta situación, recuerda que no estás sola. Contacta con el 016 (teléfono gratuito 24h), WhatsApp 600 000 016 o por email 016-online@igualdad.gob.es. Pedir ayuda es un acto de valentía.


Referencias consultadas:

Los comentarios están cerrados.